En esta experiencia maravillosa como travesía que me ha tocado el privilegio o he decidido emprender me toca escuchar el llamado y responder responsable aunque intuitivamente. Me quedo fascinada con este retrato de Ronal que ha sabido asumir el reto, el viaje, que implica experimentar estéticamente la realidad, el mundo, su propia persona. Lo sé porque lo he visto trabajar y los resultados a los que ha llegado. Para mi es un honor inmenso acompañarlo y ser testigo de su propio devenir. El de Ronald y debo decir que el de muchos.
A partir de los siete años los niños se encuentran en una etapa, llamada literal, en la cual a través de las disciplinas artísticas buscan reproducir la realidad, replicarla lo más parecido posible. En el taller el destino está puesto en virar ese rumbo. En las sesiones la consigna de una manera u otra y en diferentes graduaciones está siempre puesta en recuperar la capacidad de expresión y por tanto de comunicar a través de lo visual. Las herramientas más explícitas son el color, la forma y la textura; a partir de ellas es posible diseñar y ensamblar unidades simbólicas que confabulan como último destino horizontes emotivos; es en ese paisaje donde se sucede el milagro de la Comunicación. La singularidad crea y más que afirmarse como tal, se construye.
Si la materia como puente a la posibilidad del arte es la pintura en general, me he encontrado a mi misma diciendo con énfasis que hay que pensar de otra manera. Es que a éste "planeta" para habitarlo con propiedad hay que pensar y por tanto hacer de otra manera a lo usual lo que nos lleva a sentir de otra manera. En ese sentido la relación con uno mismo cambia, es indefectible desconstruir la subjetividad que hasta el límite de la realidad vulgar sirve, pero una vez traspasado ya no; siempre y cuando se quiera habitar con propiedad.
He encontrado en la práctica varios ejercicios, estrategias en la que los niños por sorpresa y sin aviso entran en procesos de fuga respecto a esa etapa literal. Hasta el momento básicamente son dos, una de ellas está vinculada a quebrar el sistema de coordenadas tiempo-espacio y la otra relacionada es la de interpretar representaciones propias. Esta última es una suerte de imagen efímera, procesal, similar al efecto que generan dos espejos enfrentados. Es la síntesis de la síntesis de la síntesis, en ella se encuentra aquello que no es hábil de ser fragmentado, lo inasible, aunque si quizá refractable.
Estas dos formas de ruptura que conllevan dinámicas de trabajo muy concretas van acompañadas por la idea de lo fundamental de lo reflexivo. Ya entrada la etapa literal en donde el niño tiene una capacidad de lectura de lo simbólico importante, aunque paradojicamente va perdiendo su capacidad subjetiva para crear símbolos propios, es posible utilizarla como herramienta de embestidura a favor del quiebre. Lo reflexivo se lleva a cabo a través de lecturas de obra. Primero lo hago yo, de forma subjetiva, delirante declarada, luego después de un tiempo ellos se animan y comienzan a tomar la palabra, y así palabra a palabra se dan pasos hacia el horizonte. La lengua es incorporada sólo tras la promesa de crear en base a la materna una nueva y en esta remembranza deleuziana puedo afirmar, cómo nuestra práctica y la filosofía son el "arte de formar, inventar y fabricar conceptos" los nuestros: conceptos visuales.
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