Cuando los niños pintan casi que por primera vez, descubren que entre el pincel, la pintura y la hoja se producen cosas inexplicables que van más allá del hecho empirico. Intuyen que existe algo extraordinario, que más tarde sabrán tiene un nombre: Arte. El testimonio de sus caras, la sorpresa, la seriedad, la risa, las preguntas y señalamientos, dan cuenta de una experiencia que viven con un profundo respeto, el de comenzar a conocer y adentrarse en una nueva dimensión del ser, profunda e intuitiva, conocer la existencia de un nuevo lenguaje y la posibilidad de expandir la consciencia bajo una nueva prerrogativa. Nueva, pero que en realidad tiene más que ver con ellos que cualquier otra.
El llamado de los Umbrales
Hubieron tres hitos fundamentales en nuestros encuentros, que están enraizados en la experiencia subjetiva de crear, transformar y evocar. Cada hito se dio en diferentes grados. Cada uno reveló su umbral, para que tal o cual niños diera su pasito y se parara frente a una puerta que sólo la práctica tiene la fuerza de abrir. Aconteció el llamado de los Umbrales y la posibilidad del don al atravesarlos.
Transformaciones
Cuando un niño se concentra en el color hace que el mundo entero se suspenda, todo desaparece o todo se destruye, sólo queda él y el color. La concentración es altísima cuando se descubre el color y sus posibilidades, nada más importa. Cuerpo y mente abandonan la realidad en todos sus fenómenos, excepto en un uno: el color. El retorno a la realidad eminente se da tras la transformación subjetiva sufrida tras el conocimiento del fenómeno. La transformación del color se traduce en una transformación del ser vinculada a la manipulación de una fracción objetiva de energía. Ese dominio refracta en el interior del niño, lo ilumina, lo hace fuerte, lo hace crecer. El niño es capaz de nutrirse por sí mismo. Quizá en nuestras vidas de adultos el mezclar colores y sus resultados no suscriba más sorpresa, pero el niño cobra consciencia y valora en su justa medida el fenómeno, se nutre, estrecha sus vínculos con lo objetivo y tiene una de sus primeras experiencias mágicas.
Evocaciones
Las evocaciones están directamente vinculadas con el manejo de la materia en tanto textura. Las evocaciones son los repliegues, remembranzas de cosas vistas, vividas, soñadas. Es una memoria intuitiva que se activa durante el trabajo de manera inconsciente. Por ello es importante una vez finalizado dejar una instancia de contemplación de la obra. Algo que recuerdo, algo que soñé, lo difuso de las texturas se impone. ¿Pero qué es lo que se evoca? – Objetos de una memoria intuitiva que de manera sutil o contundente se hacen presentes. No se puede decir mucho más, son objetos difusos que valen por lo que nos hacen sentir. Presencias emotivas del trazo de una vida, a las que los brujos llaman y con las que bailan.
Creación
Dibujar la luna es crear la luna, es ejercer dominio sobre ella. Es definir desde la subjetividad motriz algo universal, en un nuevo plano de realidad. Es incidir sobre algo más grande que el Yo y hacerse uno con él. La creación - más allá del objeto trazado que posee una realidad en sí misma - se abre camino sobre territorios más bastos. El objeto es ambicioso, de él se desprenden otros objetos o elementos que como palabras articuladas emiten un mensaje. El mensaje también tiene ambiciones, quiere formularse creando al unísono su propio lenguaje un lenguaje propio y único. El llamado del chamán es el hablar el lenguaje de la creación que se pronuncia en la dualidad de lo personal y lo universal.
No queda más que reflexionar sobre lo que nos dice Gombrich sobre un arte que se concibe según funciones definidas, objetos de poder, conquista y empleos objetivos. Empleos mágicos. Escapando del escepticismo - aunque nos es necesario ya que el mismo complace y logra explicar lo mismo – podría cambiarse el término mágico por otros, pero todos dan cuenta de lo mismo, del crecimiento personal, el poder subjetivo y el domino de realidades. Es entonces, cuando siempre terminamos hablando de “objetos de poderoso empleo”.
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